Quilmes, uno de los ascendidos, y Arsenal de Sarandí, el último campeón, fueron los encargados de comenzar a bajar el telón. Mientras uno disputaba un encuentro vital en sus aspiraciones por mantener la categoría en la elite nacional, el otro sólo cumplía con el calendario con la intención de acabar de la mejor manera un año histórico para la institución.
En el desarrolló del trámite se evidenció desde el primer minuto la necesidad del Cervecero de lograr un triunfo que le otorgue vida y aire al cuerpo técnico de Omar De Felippe. El local busco los caminos hacía el arco de Cristian Campestrini desde el inicio del cotejo, sin embargo nuevamente pecó de ansiedad y sufrió los golpes del rival. Los de Sarandí aprovecharon los huecos defensivos del rival para abrir el camino a una victoria que parecía se indeclinable y lo fue.
Más allá de la garra, corazón y la entrega de los muchachos de blanco, el dueño de casa no generó juego asociado y los intentos fueron de llegar a la paridad a los golpes. Excedieron los pelotazos al área del Arse y faltaron las ideas. Desde la salida de Miguel Caneo – a pesar de jugar pocos encuentros en el certamen – más la posterior lesión de Pablo Garnier, Quilmes no es capaz de crear juego colectivo en los últimos metros.
Por ello, la última victoria data del 21 de octubre ante River Plate en un cotejo que aprovechó un error garrafal de Jonathan Bottinelli. Desde aquel entonces no lograron consumar un triunfo y en las últimas cuatro fechas apenas anotaron un gol.
Si bien resta poco más de media temporada, 21 partidos, la realidad de Quilmes no invita a soñar con una hazaña. Es cierto que en el próximo semestre puede cambiar la historia, pero para ello deberán modificarse muchas cosas en todo un plantel que ingresa al campo de juego abatido.