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Por Javier Martínez Zuviría / Se trata de una empresa de larga trayectoria en la zona de Quilmes, que originalmente pertenecía al estado francés, y que en 1992 fue vendida a un empresario privado. La fábrica, que originalmente sólo hacia hilado de acetato, con la llegada del nuevo dueño incorporó un nuevo proceso de urdido, encolado y tintorería, que les permitió pasar de la venta del hilado en bruto a la producción de la tela final.
La tela de acetato es una seda artificial que se usa básicamente para el forrado de los trajes y vestidos, y para el filtro de los cigarrillos, y cuyo componente natural se obtiene de la corteza del árbol. Por ahora la materia prima es totalmente importada. “Esta planta es la única que hay en Sudamérica –aclara Carlos Alberto Magdycz, a cargo de la cooperativa-Había una en Venezuela, que era melliza de esta, pero cerró hace cuatro años.”
Carlos explica que hasta el año 2005 trabajaron bien y que llegó a haber 300 personas en la planta. Pero a este punto el dueño ya era un hombre mayor y, si bien siguió al frente del directorio, fue derivando el manejo de la empresa en sus tres hijos y ahí empezaron los problemas. Carlos explica cómo fue la caída: “Un poco por desconocimiento, y otro porque son chicos que nacieron en cuna de oro, saben poco y desprecian al trabajador. Lo primero que hicieron fue un vaciamiento de materias gris, o sea que cada estupidez que ellos proponían, el que sabía les hacía frente y lo terminaban echando. Se fueron rodeando de inútiles. Hubo una desinversión muy grande, empezaron a perder mercados y llegaron a esta situación extrema.”
Los últimos veinte meses, previendo la debacle y atentos a nuevos inversores, los empleados se preocuparon en mantener la fábrica en condiciones de funcionamiento y limpieza. “Hubo un par de empresarios que se acercaron y recorrieron la planta –cuenta Magdycz-, pero ellos mismos reconocían que iban a pedir plata al estado para invertir. A los mismos dueños, por una gestión del sindicato ante la Cámara de la industria, les habían ofrecido los créditos del Bicentenario, pero ¿sabe usted cuándo no los quisieron? Cuando les pidieron garantías.”
Los integrantes de la cooperativa Acetatos Argentinos son 128. Hay operarios, supervisores, empleados administrativos y hasta gerentes. Están en condiciones de poner en marcha la fábrica inmediatamente y hasta hay clientes que los están esperando para volver a comprarles. Ahora sólo les falta algo de financiación para comprar la materia prima, ya que acaban de terminar de procesar lo último que quedaba.
“Las máquinas están intactas, apretás el botón verde y arrancan. Nosotros estamos capacitados para llevar esto adelante. La cooperativa es una figura legal, pero adentro queremos que siga funcionando como una empresa. Si nos dan créditos, que nos los den con todos los controles; nosotros no queremos un estado bobo. Sería una picardía no poder seguir, porque si no la hacemos nosotros, esta tela va a entrar de afuera.”
Carlos espera una pronta solución porque siente que están encuadrados en todas las políticas que pregona el gobierno nacional. “Para empezar –dice- no se puede permitir que se pierdan 128 puestos de trabajo por culpa de los empresarios vaciadores e inútiles. Y otra que si la fábrica se pone en marcha, vamos a precisar gente. Nos encuadramos en el tema de conservar fuentes de trabajo, de generarlos, y también encuadramos en el tema de la sustitución de importaciones. Porque si nosotros no fabricamos esta tela, va a venir de afuera.”
“Acetatos Argentinos S.A.”, ahora reconvertida en “Cooperativa Acetatos Argentinos Ltda.”, está en Primera Junta 525, Quilmes. A partir de la obtención de la matrícula cooperativista, sus trabajadores continúan ahora haciendo los trámites en la AFIP y en el gobierno de la provincia de Buenos Aires. Han golpeado todas las puertas y seguirán haciéndolo hasta obtener lo mínimo para empezar a andar. Como dice su titular, “hay un mercado de 300 mil metros de tela que está esperando, y más: porque en un momento hasta llegamos a exportar a Brasil.”