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España vuelve a ser un país de emigrantes. Según los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística, en lo que va del año 54.912 españoles han hecho las maletas para buscar mejor fortuna en otros países.
Los datos elaborados por Estadística a partir de la información disponible de los movimientos en frontera y de los datos del Padrón Municipal muestran una secuencia tremenda. Entre enero y septiembre de este año 200 españoles salieron cada día del país rumbo al extranjero.
El efecto españoles por el mundo parece haberse intensificado al compás del deterioro de la situación económica y de las mayores dificultades para encontrar empleo.
A estas alturas, la cifra de españoles que había salido del país en 2011 era de 45.162, casi 10.000 menos que este año. De otro modo, cada mes salen del país un millar de españoles más que el año pasado.
De mantenerse este ritmo, el número de españoles que habrán abandonado el país a final de año se situará por encima de los 75.000, cuando el año pasado apenas superó los 61.000 y hace sólo tres años se contaba por 32.000.
Desde 2009 se aproximan ya a 200.000 los españoles que han buscado su oportunidad en el extranjero.
Fuga de talento, pérdida irreparable, muchos han sido los calificativos con los que se ha glosado este nuevo episodio emigratorio. Pero la salida de trabajadores españoles al extranjero también puede tener efectos positivos.
El profesor del IE Business School, Rafael Pampillón, ha detallado alguno de ellos en el blog que escribe en el portal de la escuela de negocio.
Por ejemplo, señala que la experiencia laboral en el extranjero puede mejorar la formación de los que se marchan o que puede ser una válvula de escape para reducir las tensiones sobre el mercado laboral, ahorrar en subsidios y prestaciones y evitar que la tasa de paro se disparece hasta cifras aún más dramáticas.
Otra posible ventaja: que los emigrados envíen de vuelta a sus familias remesas para apuntalar su situación financiera o incluso mejorar su capacidad de compra.
Este fenómeno tendría consecuencias decididamente positivas. Un eventual incremento de las remesas de españoles, unido a la tendencia decreciente del dinero que los extranjeros sacan de España, reequilibraría la cuenta de transferencias de la balanza de pagos y contribuiría a reducir el dinero que España debe pedir al exterior para financiarse.
Cuenten también otros efectos estadísticos. Tanto los españoles como los extranjeros que salen de España engrosan más que probablemente las listas del paro. Su salida, en buena lógica, podría ayudar a reducir la cifra económica que más daño hace a la imagen de España en los mercados, la del paro.
Además, la emigración también podría suavizar la caída del PIB per cápita, importante porque es el indicador que se utiliza para clasificar el nivel de desarrollo de un país dentro de la UE.
Este año la economía española retrocederá un 1,5%. Según los datos del INE, hasta septiembre España perdió un 0,2% de su población total. Todo lo que se aproxime la caída de la población a la de la economía servirá para atenuar la inevitable caída del PIB per cápita en un entorno de recesión.
Si hablamos de las repercusiones económicas de la emigración no se puede olvidar otra circunstancia: su relevancia a la hora de determinar el dinero que reciben las comunidades autónomas y las corporaciones locales.
Tanto el sistema de financiación autonómica como el local están estrechamente vinculados a los flujos de población, de modo que los recursos que perciben tanto las autonomías como los municipios por todo tipo de conceptos se calculan en función de las cifras del Padrón Municipal.
Según los datos recabados hasta el 1 de octubre por el INE, en lo que va de año la pérdida de población en el conjunto del país por estos movimientos migratorios se contaba ya por 137.000 personas, 77.000 de las cuales sólo en Cataluña.
Los datos de la Estimación de la Población Actual que elabora el INE tienen carácter de oficiales y son los que sirven de referencia para estimar la población de los municipios, provincias y comunidades autónomas, a la hora, entre otras cosas, de determinar los recursos que recibirán según los modelos de financiación local y autonómica.