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Alfonso Severo, testigo en el juicio por el crimen de Mariano Ferreyra, aseguró esta madrugada que «pase lo que pase» va a presentarse a declarar ante el tribunal.
El testigo, que fue hallado anoche en la localidad bonaerense de Gerli, partido de Avellaneda, recibió atención médica en el hospital Finochietto del mismo municipio.
Al ser dado de alta, mantuvo un breve contacto con la prensa y afirmó que «pase lo que pase voy a ir a declarar al juicio».
«Voy a hablar con quien tenga que hablar, que será con la Justicia», dijo y agradeció «el apoyo de la Policía».
Dos móviles policiales quedaron estacionados en la entrada de la vivienda de la víctima, ubicada a pocos metros del nosocomio donde fue atendido.
Los primeros efectivos en tomar contacto con Severo pertenecen a la DDI de Lomas de Zamora, cuyos voceros indicaron a la agencia Télam que el testigo sostuvo que fue secuestrado la noche del miércoles cuando una moto, con dos sujetos armados, le cruzó el paso a su vehículo en la zona de Avellaneda. Se estima que Severo estuvo cautivo a lo largo de la jornada del jueves en una vivienda de Gerli.
Luego de intensos reclamos en todo el país por su aparición con vida, Severo fue liberado en la calle Clemenciau al 50, de Gerli. Un vehículo que aún no fue identificado lo abandonó en el lugar maniatado con precintos de plástico, vendado y con algunos golpes.
Fue un empleado del Diario Popular, Fabián Abba, quien lo auxilió: «Estaba esperando el colectivo en la esquina de mi casa en Mariano Acosta y Clemenceau, a una cuadra de la fábrica de Cristalux. Ahí apareció Severo, y al verme me pidió si lo podía ayudar, que estaba secuestrado»-
«Al principio no lo creí pero luego cuando vi que estaba con los precintos me di cuenta quien era. Lo llevé a la puerta de mi casa, le saqué los precintos y le serví un vaso de agua fría ya que estaba muerto de sed y muy nervioso», contó.
Abba señaló que llamó al 911 y que como no llegaba nadie, Severo pidió que llamara a la remisería que es de su propiedad y al poco tiempo se hicieron presentes varios de sus amigos.
El hombre contó que Severo pudo narrarle cómo lo habían secuestrado: “Le cruzaron una moto y con una pistola en la cabeza lo subieron a un auto; fue lo único que me contó ya que estaba muy aturdido y agitado”.
«Estaba muy nervioso, lloraba y tenía sed. Sólo le di un vaso de agua porque no quiso entrar a mi casa: dijo que había estado secuestrado y que no quería estar encerrado», relató Abba.